Después de que el convenio se firmara (a tres bandas y tres colores...) parecía que el largo debate de quién pagaba qué se había acabado. Pero no. Tres administraciones involucradas (Ayuntamiento, Diputación y Xunta) y resulta que a medio hacer el estadio nos damos cuenta de que el presupuesto se nos ha disparado. Y no, no hablamos de unos cientos de miles de euros arriba, no, sino de nada menos que de 4,4 millones de euros que ahora nadie se explica de dónde han salido... Lo difícil, después de esto, va a ser convencer al ciudadano de a pie que cuando se adjudica una carretera, un puente, unas obras de saneamiento o simplemente unas aceras resulta que todo está controlado: los mecanismos de la administración son infranqueables. Antes, aún se utilizaban trucos como los "modificados"; ahora, nada menos que tres administraciones han demostrado que todos sus controles valen para bien poco y que en lugar de pedir responsabilidades al político (o técnico) de turno se hace borrón y cuenta nueva porque, además, el sobrecoste de esta cuenta lo pagamos todos.
Y mientras los ciudadanos miramos para otro lado, porque lo evidente casi siempre es lo menos obvio de todo. Pobre Pontevedra y pobre Galicia, mientras existan "Pasarones" y "Cidades da cultura" tan bien gestionadas será difícil abandonar el vagón de cola.
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