domingo, 11 de enero de 2009

El motor de Galicia...

Para poder entender el impacto de la situación vivida por el sector del automóvil en la economía gallega es fundamental comprender el peso de esta industria a nivel local. La manera posiblemente más clara de mostrar esta influencia sería diciendo que entorno al 14% del PIB gallego depende de la fábrica que "PSA Peugeot Citröen" tiene en Vigo, pero también es sin duda un dato significativo el que Pontevedra sea la cuarta provincia a nivel estatal en exportaciones sólo superada por Madrid, Barcelona y Valencia debido a los miles de coches que todos los días salen por mar destinados a distintos mercados europeos.
Según el "cluster" del automóvil, si tenemos en cuenta los empleados de esta fábrica más la industria de componentes que se ha creado orbitando entorno a ella, (no dedicada a un 100% a este fabricante pero si principalmente...), estaríamos hablando de unos 25.000 empleos directos que a su vez se traducen en un número todavía más importante de indirectos.
Con estos datos no es difícil suponer que cuando Citröen se resfría a Galicia le sube la temperatura y ésto en un momento en el que los síntomas de fiebre eran ya evidentes a causa de la crisis inmobiliaria y a las incertidumbres bancarias...
El problema es si cabe más delicado si se considera que la industria del automóvil puede estar pasando por un punto de inflexión que podría llevarle a un replanteamiento del modelo que hasta ahora había funcionado. El tema medioambiental, con las nuevas directivas referentes a las emisiones, ha hecho que las marcas dedicasen grandes sumas de dinero al "I+D" con una rentabilidad desde el punto de vista pragmático difícil de encontrar en un mercado cada vez más complicado, en especial frente a los fabricantes japoneses. Estas mismas normas estarían obligando a las marcas a embarcarse en una auténtica revolución en lo referente a la concepción habitual de los coches equipados con propulsores de combustión interna (los motores diesel y gasolina tradicionales) para pasar a los motores híbridos (motores combinados de combustión y eléctricos en dónde los japoneses nuevamente llevan la delantera) o los tan manidos motores eléctricos (que aún presentan grandes dudas entorno a autonomía y prestaciones).

Por otro lado, las fábricas europeas se encuentran con un mercado que empieza a estar saturado, en dónde la fortaleza de la clase media ha hecho que se llegue a un umbral de hasta dos coches por familia difícil de superar y en dónde las grandes ciudades presentan no pocos problemas para hacer circular un número tan elevado de vehículos. Esto, unido a la nueva conciencia medioambiental, está haciendo que medios como la bicicleta empiecen a tener una importancia considerable y a un coste a años luz del que corresponde a un automóvil.

Volviendo a nuestra realidad local, en dónde ya no somos considerados como la mano de obra barata que en otros tiempos nos sirvió como reclamo para grandes inversiones (ahora son precisamente los únicos países con mercados emergentes como Rusia, Polonia o la República Checa quienes se llevan las producciones destinadas a dichos mercados) sólo nos queda aportar un "plus". Este algo más puede ser un trabajo más cualificado sobre todo en los relativo al "I+i+D" pero también una profesionalidad a todos los niveles (desde al operario hasta el ingeniero) que permita hacer productos de calidad, pero con una calidad entendida en el sentido nipón de la palabra.

En cualquiera de los escenarios posibles, parece que la época dorada de la automoción gallega ha quedado atrás, y que los niveles de producción alcanzados en 2007 serán difícilmente alcanzables de nuevo, al menos a medio plazo. Esto no debe suponer ni mucho menos el fin de un sector tan relevante para nuestra economía, pero si una reconversión de la que además de lo negativo (pérdida de producción) habrá que intentar cosechar lo positivo, permitiendo a la industria salir reforzada para seguir compitiendo en un mercado en el que sólo los más fuertes sobrevivirán.

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